jeudi 26 août 2021

Verano hacia la luz

5000 kilómetros. . Nos hemos llenado de sol, sorteando uno de los veranos más fríos y grises de los últimos años, sin contar la pandemia. Hemos recuperado las ganas de seguir y de crear: de seguir caminando creando nuevas rutas, descubriendo rincones. Descubriendo gente hermosa. Descubriéndonos. Nos hemos llenado de luz y de color. Mi hija mayor ha conseguido una residencia artísitica de tres meses en un centro cultural de Rennes, para seguir pintando. La mediana, una financiación bien merecida para escribir su fantástica tesis doctoral durante los próximos tres años. La pequeña ha superado tal vez un mar de dudas y ha seguido dejando su huella de generosidad, sinceridad y sensibilidad allá donde va. Yo creo que no está mal. Me he cruzado con gente maravillosa, transformando el limbo de las redes sociales en tacto y risas. Gregorio Muelas, Mar Sancho, David Acebes, y lo que yo llamo ya “el grupo de Madrid”, en una velada inolvidable llena de también de luz: la de vuestros ojos, Alvaro Hernando, Ana Lamela, Mónica Manrique, Javier Rodríguez, Marta Pumarega, Lola López, Michel, Iván Vergara, Fran Serrato. Bares de Malasaña contra la morosidad, las prohibiciones y las máscaras. Sois oxígeno. Como la poesía. Y tú, Florence, siempre ahí. El sol, por fin, al cruzar esa frontera más simbólica que nunca: adiós el túnel, adiós la lluvia. Sierra de Guara, mudéjar turolense, amaneceres y grandes caminatas en Valencia, Madrid recobrado, Valladolid nuevo. Más luz, la de nuestras risas que han resurgido. Más proyectos, más futuro. Juntos. Viaje al misterio de las raíces: la presencia indudable de mi padre en mi recuerdo y en las callejas de Almansa, su ciudad natal, que ha hecho revivir fogonazos de infancia. No hay más allá: es lo que me diste, que sigue en mi pecho. La memoria definitivamente rota de mi madre y esa visita corta que ya has olvidado, pero que fue tan necesaria. Gracias por lo que me disteis. Por haberme abierto el camino. La primavera había marcado un límite. Pero he recuperado el placer de la escritura, el esfuerzo de la escritura, las ganas de saber y de ser. Ser con el mundo, sentir el calor y decirme que la felicidad es esto, dejar el frío del agua tocar mi piel para estar vivo, hacer de los sonidos del mundo parte del día, emocionarme con el silencio de una excursión y el olor del tomillo subiendo de la tierra. Sensualidades. 5000 kilómetros. Encrucijadas de calma. La necesidad de comprobar que el sol sale por el este. La libertad como una querencia irrefrenable. Dejar venir los días, no anticipar para hacer que la armonía llegue sin trabas. Calma, tiempo maleable. Hay veranos rutinarios, de descanso hueco. Tras este, sin embargo, me siento pleno, con ganas de doblar el tiempo y la distancia y reencontrarme con tantas vidas hermosas. Ayer, durante los últimos kilómetros, con el sol rasante del oeste, no notaba el cansancio: estaba sencillamente emocionado. Porque me siento privilegiado, con mi familia y con la sinceridad de mis amigos. A todos, gracias por darle sentido a la existencia.

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