vendredi 22 mars 2024

Reseña de DESVESTIR EL CUERPO, de Jesús Cárdenas

Desvestir el cuerpo - Lastura ediciones

 Jesús Cárdenas, Desvestir el cuerpo, Lastura 2023

¿Qué son las palabras ? ¿Y si no dan más de sí ? Estas inquietudes, propias de un escritor concienzudo, van a acompañar al lector durante el recorrido que nos propone Jesús Cárdenas en su último poemario, Desvestir el cuerpo, publicado por Lastura. El poeta, a pesar de las dudas, insistirá, al borde del precipicio una y otra vez, en proponer un equilibio que mucho tiene que ver con la memoria y con la luz. O tal vez con la propia torpeza para vivir y querer recordar, desde los ecos, aquello que marcó nuestra existencia. Si el poeta admite que tenemos los ojos saturados de óxido en un mundo opaco, hallamos en los versos que componen este libro un viaje entre paisajes oscuros y sombras de abril, que quedan descartadas -cuando hay fuerzas suficientes- para intentar encontrar un resquicio.


La búsqueda comienza en el espejo, motivo recurrente del libro, cuyos reflejos distorsionados nos hacen contemplar la fugacidad de las cosas. Esa visión de lo pasajero no es pesimista en los primeros poemas, : se trata más bien de un paso cierto en cualquier aprendizaje. Un camino hacia la luz, que sirve para negar el olvido y crear un tiempo sin contraseñas, pero en el que subsisten las preguntas, ya que de otro modo la certeza impediría toda magia en los versos. Escribir, tanto como leer poesía, es cuestionarse y deleitarse en la dificultad de no hallar respuestas : tan solo lo inestable es la certeza.


E incluso si no comprendemos bien su poder, su alcance verdadero, la poesía es tal vez una respuesta íntima para calmar la sed que provocan las preguntas y alcanzar, aun en mitad de la noche , la luz del día venidero ; las sílabas, las palabras, son pequeñas cosas -ese grano apenas, pero quemante de Octavio Paz- pero constituyen un sentido y hasta llegan a identificarse con el mismo poeta, con su cuerpo, cuya visión es una entrega / en un sobre que debe abrirse : debemos comprender que la tarea del escritor es un ofrecimiento para que el lector sea quien reciba la esperanza que ha sido escrita, en un acto de generosidad. Precisamente, el poemario, en su intención metapoética, pretende también explicarnos el proceso creativo, que se sitúa a medio camino entre el rigor científico y la magia a la que aludíamos más arriba, para culminar en una espera que -como un buen vino- nos conduzca al placer de ver plasmadas esas palabras que logran cambiar el valor de lo dicho. 


Volviendo a los espejos, vemos que un reflejo no es ni mucho menos una visión fiel del mundo, ni siquiera una visión simplemente invertida ; lo que observamos nos hace cuestionarnos lo que somos … sin saber si es obsequio o veredicto, que es precisamente lo que debe hacer la poesía. En cualquier caso, lo fundamental es que las palabras deben quedar a salvo. Más ampliamente, el reflejo puede ser la propia imagen, que llega hasta el ser amado con todas las distorsiones inherentes a ella y que pueden provocar una tensión que se extiende a la propia concepción del sentido de la existencia, donde no hay nada nuevo por revelar.

Nuestra vida transcurre, según el poeta, por un camino donde todo ha sido dicho y donde no queda claro si el roce luminoso de los cuerpos es un relámpago tan solo, pero incluso en ese mundo de claroscuros surgirán los versos para permitirnos seguir adelante : para ofrecer un verso / aunque fuera dictado por la sombra. Precisamente, la aceptación de las sombras es tal vez la única actitud cabal para hacerle frente al peligro del olvido y poder salir indemne del trabajo incesante sobre la memoria que debemos llevar a cabo. De ese combate tan humano para que el pasado no sea una losa sino un punto de apoyo desembocan el deseo, la herida y el poema, es decir la presencia indispensable del ser querido, el dolor como una evidencia formadora y por encima de todo, nuevamente, la poesía, que es el verdadero sentido de la existencia. Una poesía que exige desvestir el cuerpo hasta los huesos, porque enfrentarnos a nuestro yo más íntimo es, por duro que sea, el único camino para conocerse a sí mismo (la famosa divisa socrática Γνῶθι σεαυτόν), sin falsedades : sentir entre los huesos, / el tiempo y la palabra. Nada de fingir.


Poco a poco, surge en el poemario una clara pesadumbre. Nada tiene sentido. Ni la mirada a la realidad ni la visión invertida que ofrecen los espejos. Además, la fugacidad de la vida no nos ayuda, representada en metáforas que utilizan a los elementos naturales como símbolos de la fragilidad y del paso del tiempo que nos desestabiliza: contemplas cómo el viento garabatea / en la arena caligrafías. Ese pesimismo se construye, como hemos sugerido, en una dialéctica de luces y sombras: la oscuridad se opone al fulgor de tu conciencia, la de la persona amada, a la que se contempla -aun como entre sueños- para poder continuar adelante. El carpe diem puede ser también una solución porque estamos de visita. Jesús Cárdenas propone por ejemplo que salgamos donde lata el mundo / y con unas cervezas celebrémoslo / mientras el viento nos sea favorable.


El combate por hallar una razón firme para vivir nos acompañará hasta el final del libro: ¿por qué busco el invierno tras los cristales? (...) Ya sé que todo / se terminará desatando, y con ese sentido del lirismo que caracteriza la escritura de Cárdenas, veremos que la verdadera esperanza se encuentra en el amor por el otro y en el amor por las palabras: tus ojos se asomaron desde la altura / y la luz se hizo arrebatadora, aunque esas ganas de seguir adelante estén siempre entremezcladas de dudas, de luz otoñal e invernal, de una conciencia de la esencia quebradiza de nuestro paso por la Tierra. No queda otra opción que esperar a que lleguen días mejores, porque otra de las características de Desvestir el cuerpo es el cuestionamiento de la memoria, que acaso (...) no sea / como las nubes / y retenga con breve paso / ese querer humilde / bajo los pliegues de tu rostro. Y es que si no sabemos ser pacientes, la negrura lo impregnará todo, incluyendo al recuerdo, que muchas veces solo sabe retener una casa deshabitada que simboliza la infancia perdida y el tiempo ya sin su fulgor.


¿Qué son las palabras ? ¿Y si no bastan? ¿Y si el verso no acierta a prolongarse / sobre el mismo papel? Todo reside en saber alcanzar ese verso casi vivo (que) viene de no sé dónde, / como la claridad nocturna. El poemario no ensalza, sin embargo, una poesía vacía, porque para dar un sentido a las cosas, esta debe ser el reflejo de la verdad y en una contradicción aparente pero apasionante, desdecir la mentira que es inherente a la palabra: ardua tarea que le corresponde al poeta, que prefiere a veces no preguntarse cómo consigue hacer que el verso sea una membrana qe conmueve. Sea como sea, incluso si nos preguntamos ¿acaso poseemos la palabra / que nombre lo que nos quema?, debemos perseverar, humildes y desnudos de toda pretensión y de toda máscara, para poner un digno colofón al poemario y reivindicar valores esenciales como la lectura, la casa en silencio que es un refugio de luz y el amor erguido en llamas. La conclusión del autor no puede ser más clara: con esta firmeza combatiremos / esta y todas las noches invernales.

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