Jorge García Torrego – Mortal – Ed. Lastura 2023
Un o una resema es una reseña poética, que surge de la emoción de la lectura de un libro.
Este es mi cuerpo
y yo hablo como hablan las vísceras
discretas pero imprescindibles,
banales en su intento por significar
y decirte que soy mudo a veces
pero que mi voz se alimenta de nubes
para dibujarle horizontes a tu boca
y guardar un recuerdo tuyo entre los dientes.
Un cuerpo extinto casi,
pero que es camino y semilla
de aquellas victorias que no fueron
para seguir creciendo entre los vertederos
y que lo perdido,
lo que no imaginamos,
quede intacto
como una venganza del gesto a la huella.
Permanecer, antes que nada
como un silencio de luz
que me ayuda a conservar el alba
y la paciencia de la muerte
que sostiene el mundo,
desde un tiempo que daña por su peso,
no por su filo
y que me araña y me hunde
hasta que la faringe es flauta
y en lo imposible logramos reunirnos.
Los recuerdos dulces
luchan con aguijones por mantenerse a flote :
escombros que son densos entre nuestros brazos
extendidos hacia el asombro de los pájaros verdes,
caminos en los que las palabras son jalones
que imponen su certeza de músculos cercanos.
Apenas podemos palpar su presente de río e insomnio
pero, seducidos, probamos el veneno
de lo que es y será, de lo que suma y resta,
y seguimos
entre accidentes de segundos y lágrimas.
Mi nombre es como un quiste duro en el centro del pecho
y se afirma y crece para no borrrarse
como las siluetas en la niebla que quieren ser verdades :
bendito el ser
alejado de dioses y profetas,
el ser que es una exclamación de trigo,
una alegría sin preguntas ni cauces,
una lágrima de aceite bendiciendo un pan.
Hueso : testigo, puente, cimiento
para olvidar las grietas y sabernos humanos
y ser agua y ser sombra
para entonar un canto desde la cuna de las células
desde esa eternidad nocturna donde la nieve anida
abriendo de par en par lo posible :
ser
solamente
en el otro.
En el amor pretendo un ancla,
ese amor oxidado que pierde el equilibrio
entre el olvido y el futuro
pero que quiere esconderse en el pliegue de una boca
para que su cuerpo sea también mi cuerpo
en el espejo que es silencio y frontera
de nuestra propia muerte.
**
La sombra drena oscuridad y miedo
pero nada impide el paso de la luz,
un faro desde el limbo, rebelde y niño
contra el invierno del ahora
para bucear tu sombra recién abierta en el salón.
Cuando la muerte venga
y no haya sabido cambiar mi rictus en palabras
mi cuerpo deforme que no supo vivir
seguirá queriendo ser llama que perdura
y escribirá en un idioma antiguo
para desenterrar vocales y reivindicar murmullos.
En la luz desangrada
hago un sendero con lo perdido,
vuelvo a mezclar azares y a cavar
como un topo que disfruta en la ceguera,
huelo en la lluvia el viento que me abraza en el otoño
y desde la infancia inicio la aventura
y espero tu llegada vertical
para compartir el viaje a la nada.
Es polvo el recuerdo :
y el tiempo, a pesar del diluvio,
una boca de caballo con hambre azul y al galope
que yo, aprendiz de esqueleto,
me empeño en transformar en un baile de hiedras
que aspira a ser mano tendida hacia el amor
para desembocar en esperanzas y silencios,
hasta que los cuerpos aprendan, con la luz,
a ser voluntad, pausa y triunfo.
**
Iremos a robar piedras al desconsuelo
y cultivando la lluvia haremos crecer ríos y estanques,
para que la vida recobre su milagro
y respirar sea una exclamación imposible
que nos guía y estremece como un tiempo sin riendas
hasta ser una voz encendida sobre la nieve ;
más allá de los remolinos,
del invierno que silba,
por encima de astillas
y de detonaciones
seremos
hilo efímero,
equilibrio
de
memoria
en
el
aire.
Sin mirar atrás
ni dentro
desenmarañar la paz que fluye en nuestras venas
para conseguir ser
un pequeño eco inundado por el tiempo y las cosas.
Nombrar el mundo
y poner mis palabras en tu boca
inventando destinos y horizontes.
No hay trampas en la dicha :
sólo una pólvora pequeña
que nos hace vivir
en el poderoso canto de lo inútil.