mercredi 30 mars 2016

PENSAMIENTO ALERTA

Estaba leyendo el otro día un interesantísimo artículo de Julián Marías en torno a la Guerra Civil, que me ha hecho pensar, mutatis mutandi, en esta época en la que vivimos, inmersos a veces en cierta miseria intelectual. Lo que me ha llamado la atención es cómo Marías critica a aquellos que intentan convencernos de ideas perniciosas, como los integristas o los partidos extremistas actuales (sea cual sea el país desde el que lanzan su odio), recordándonos que la función de los intelectuales es la de ser exigentes.
Creo que cada uno de nosotros debe comportarse igual: adoptando siempre un espíritu crítico y rechazando todo aquello que se nos dé por cierto, sin pensar más. En otro orden de cosas, ya he hablado en otros artículos de lo absurdas que son nuestras tradiciones cuando no nos paramos a pensar dos minutos en el sentido "fundamental" que esconden.
Los intelectuales, con su exigencia, son los que deben guiar el pensamiento de la gente, sin dejar que ese lugar lo ocupen políticos mediocres. Pero debemos llevar cuidado también con esos pseudointelectuales que cada vez abundan más y que nos ofrecen, desgraciadamente, una visión llena de cinismo de la actualidad, refugiándose en la entelequia de un pasado idealizado y alterado (como Eric Zemmour en Francia, que alaba la política de la Francia de Vichy "que salvó a muchos judíos", pero no solamente).
Además Marías critica de esta manera, y me sigue pareciendo de actualidad, la pobreza del pensamiento de muchos de los políticos de aquella época. Una vez más, con la prudencia que debe otorgarnos la distancia, me parece muy indicado para hablar de los dirigentes que tenemos, que me parecen tener una estrechez de miras sumamente peligrosa en un momento en el que Europa parece vacilar en sus convicciones e inclinarse peligrosamente al abismo de los totalitarismos. Os transcribo algunos párrafos (artículo llamado "¿Cómo pudo ocurrir" y publicado en "La Guerra Civil Española", Diario 16, Vol.1, p 275)

"De ahí la necesidad de un pensamiento alerta, capaz de descubrir las manipulaciones, los sofismas, especialmente los que no consisten en un raciocinio falaz, sino en viciar todo raciocinio  de antemano. Esta es la función política que puede esperarse de los intelectuales; es decir, que sean intelectuales y no políticos, que se ajusten a los deberes de su gremio y adviertan al país cuándo no se hace. (...) (Los intelectuales en la guerra civil) encontraron demasiadas dificultades, (...) funcionó el partidismo para oirlo "como quien oye llover"; llegó un momento en que una parte demasiado grande del pueblo español decidió no escuchar, con lo cual entró en el sonambulismo y marchó, indefenso o fanatizado, a su perdición. Tengo la sospecha (...) de que los intelectuales responsables se desalentaron demasiado pronto (...) porque siempre es demasiado pronto para ceder y abandonar el campo a los que no tienen razón".

Ante los problemas, el hombre guarda en demasiadas ocasiones una querencia animal que le hace replegarse sobre sí mismo y levantar muros de incomprensión. Esos muros no nos protegen: al contrario, nos aíslan. Sigamos pues haciendo frente a todos aquellos que intentan arrastrarnos con sus ideas simplistas, a los que quieren oponer unas comunidades a otras llenándonos de argumentos repletos de tópicos peligrosos, cuya base no es más que el miedo al otro, a ese al que llamamos "diferente" porque no tenemos, precisamente, la exigencia intelectual necesaria para reflexionar con amplitud de miras y seguir reposándonos en un pensamiento esencialmente humanista. Sigamos alerta, hoy más que nunca.

Reseña de DESVESTIR EL CUERPO, de Jesús Cárdenas

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