Nos describe David G Lago en su último
y acertado poemario a un hombre alejado de la armonía
natural.
Ya
nadie escucha.
Ya
nadie huele.
Al
desentenderse de ella es cuando, precisamente, perdemos nuestra
humanidad. ¿Qué solución
tenemos? Pues “animalizarse”, que significa en realidad ganar en
pureza y evitar los filtros
sucios
que creamos para lanzar una mirada que desfigura la realidad, al
olvidarla.
Hay
pues que dibujar
un norte en la mirada y
hacer una pausa en el deleite del mundo y de la vida, algo de lo que
somos incapaces en nuestra sociedad actual.
El
título
del poemario es una invitación
a luchar contra este mundo que hemos vuelto aséptico aunque sea
poético en sí:
nos empeñamos en alterarlo para demostrar una fuerza egoísta
que nos conduce al desastre:
Comemos
de la mano del verdugo
-esa
misma mano que nos alimenta
con
una dieta de abundante veneno-
Se
trata de un libro de lenguaje directo para combatir la uniformización
del pensamiento, reivindicando así
el valor de la palabra poética en su riqueza de connotaciones que
hemos ido dejando de lado.
¿Es
entonces el hombre un lobo para el hombre? Pues lo cierto es que el
ser humano actual supera con creces esta frase de Hobbes. Una de las
conclusiones a las que nos conducen los poemas es que tal vez lo
dramático
sea que los humanos sean... hombres en vez de lobos. Y es que es el
ser humano quien, creyéndose rey de la creación,
anda equivocado:
estas
aves zancudas
nos
recitan poemas
que
nos enseñan
quién
está
fuera de contexto.
Nuestra
pretensión
se ha convertido en un dogma, porque despreciamos lo animal, lo
“salvaje”, cuando la artificialidad del mundo que hemos
construido (y no creado) no otorga satisfacción
alguna: no somos sino necios
filósofos,
expertos en buscar artimañas para
que nada nos despierte, como
esa tela que encubre la jaula de un pájaro
y que en puridad lo apaga todo.
Debemos
pues recuperar la felina
inquietud y morder
feroces las esquinas
del tiempo. Aunque no
haya angelismo en la propuesta del autor, que reconoce que es difícil
vivir como se quiere.
De manera cíclica,
el libro termina con la orden enunciada en el título
para recobrar al fin nuestra cordura primigenia, la animalización,
lo cual visto lo visto, ya sería
una hazaña.
David
G. Lago, Animalicémonos,
Boria ediciones, 2019
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