https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/la-biblioteca-de-alonso-quijano/los-dias-reiterados?fbclid=IwAR0_WY2xyShEioajaBYwlgwsywYUD0UzjXVZPZDqk45OeEX9MniY6yEALtc
MARTÍN PARRA. LOS DÍAS REITERADOS
(Ars Poética, Madrid, 2018)
(Ars Poética, Madrid, 2018)
por MIGUEL-ANGEL REAL
LOS NUEVOS LÍMITES DE LO COTIDIANO
Martín
Parra vuelve a demostrarnos que es un escritor del riesgo. Su nuevo
trabajo, siempre lindante con el surrealismo, no es la obra de un
escritor adepto de escritura automática y vacía, sino la de un imaginero
del idioma, que cincela las páginas para recrear constantemente la
lengua y hacer estallar connotaciones. La libertad que provoca en la
relación entre los significantes y los significados permite ofrecer al
lector un mundo original, personalísimo en su expresión:
Hay que restar, roer detrás de las imágenes; basculen así con riesgo de marco roto.
En “Los días reiterados” hay a veces un desdoblamiento del yo, y en ese diálogo contra un probable alter ego (tal vez el Martín/Nitram al que al autor nos acostumbró en “Camille, viñeta amorosa” (Queimada Ediciones)) hay todo un trabajo en el que el objetivo de la escritura es luchar contra el absurdo que acompaña el paso de los días y rechazar la indiferencia, como remedio para poner de relieve tanto los sentimientos más profundos como los pequeños detalles que pueden resultar salvadores:
Las ambiciones que caben en una postal no son tan pocas, pequeñas; conforme abren camino, se desalojan de la miniatura y verlas coger cuerpo revista morbidez del propio.
El libro es fundamentalmente una reflexión sobre el oficio de escribir, pero sabiendo que la palabra es frágil y que de su elección certera depende nuestra visión del mundo: caos o cosmogonía, quién sabe
Aquí un desperfecto, un tiempo repetido, ¡un hombre!
Porque tras intentar resolver la ecuación compleja que nos propone la existencia, el día a día, se ve que vivir vale la pena y que el hallazgo del sentido vital (si existe) se encuentra entre los desperfectos: el hombre que describe Martín Parra es responsable tanto de la búsqueda de una razón de seguir adelante como de los errores repetidos. En cualquier caso, todo es válido, excepto la inacción, para ir al menos hacia las preguntas:
¿Será la vida una obsidiana tan fácil? ¿Un collar de cuentas de pasta vítrea?
Hay que restar, roer detrás de las imágenes; basculen así con riesgo de marco roto.
En “Los días reiterados” hay a veces un desdoblamiento del yo, y en ese diálogo contra un probable alter ego (tal vez el Martín/Nitram al que al autor nos acostumbró en “Camille, viñeta amorosa” (Queimada Ediciones)) hay todo un trabajo en el que el objetivo de la escritura es luchar contra el absurdo que acompaña el paso de los días y rechazar la indiferencia, como remedio para poner de relieve tanto los sentimientos más profundos como los pequeños detalles que pueden resultar salvadores:
Las ambiciones que caben en una postal no son tan pocas, pequeñas; conforme abren camino, se desalojan de la miniatura y verlas coger cuerpo revista morbidez del propio.
El libro es fundamentalmente una reflexión sobre el oficio de escribir, pero sabiendo que la palabra es frágil y que de su elección certera depende nuestra visión del mundo: caos o cosmogonía, quién sabe
Aquí un desperfecto, un tiempo repetido, ¡un hombre!
Porque tras intentar resolver la ecuación compleja que nos propone la existencia, el día a día, se ve que vivir vale la pena y que el hallazgo del sentido vital (si existe) se encuentra entre los desperfectos: el hombre que describe Martín Parra es responsable tanto de la búsqueda de una razón de seguir adelante como de los errores repetidos. En cualquier caso, todo es válido, excepto la inacción, para ir al menos hacia las preguntas:
¿Será la vida una obsidiana tan fácil? ¿Un collar de cuentas de pasta vítrea?
Procuremos vivir en voz alta. (…) De ser neceseario, una afonía ¡ya! Nos acuda, impida terminar un discurso, revista quiebras en cada uno de estos perfiles.
Se adentra así el autor para nuestro deleite en una misión de escritor no convencional, que no cesa de dudar sobre el papel que le corresponde para terminar convenciéndose (tal vez) de que expresarse es dar una coz viva. Todo ello en un estiloque debe mucho a Umbral o a Mallarmé, en el que ferocidad y temblor constantes provocan una tensión estética estremecedora, en todos los sentidos.
Yo no quiero vivir nunca en vida declarada, yo quiero mi monstruosidad.
Pero ese desafío permanente, ese desmarcarse es por supuesto una manera de respirar: porque en realidad la forma digerible de cultura con la que se nos intenta alimentar en regla general es, en su banalidad, la nada misma: para huir de ella, partamos pues de la deliberada asperidad con la que escribe Martín Parra – que se erige una vez más en una de las voces más innovadoras en el actual panorama literario en lengua hispana- para recuperar nuestra exigencia hacia lo que vemos, sentimos, vivimos y leemos, dirigiéndonos así hacia descubrimientos y emociones renovadas. Al fin y al cabo, puede que ésa sea la meta de “Los días reiterados”: dibujarle límites nuevos a lo cotidiano y recuperar el placer de la lectura.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire