Un libro formado por breves destellos. En efecto, el poemario se compone de formas cortas, que intentan abordar el mundo como una suma de definiciones, como queriendo calibrar los sentimientos, los objetos y los seres para poder situarse entre la dicha y el hastío.
Sigue el alambre indigente
buscando un equilibrio esquivo,
esperando el viento afín.
Si la memoria es "un terreno hostil e irreparable", la infancia es a la vez la edad en la que se domesticaban "las ráfagas del sol". Y es esa luz, ese "hilo de aliento flotando en la fatiga" a través del tiempo el que parece moverlo todo: ése es tal vez el ímpetu que sugiere el título del libro, y al que debemos conseguir agarrarnos, aun en medio de nuestras locuras.
La poesía de Nicolás Corraliza se va haciendo así un hueco en una existencia frágil, en la que a pesar de todo emerge el ansia de vivir una vez que se encuentra el punto justo para encontrar la definición de la belleza,"una extraña fuerza de cuerpos" que es, en suma, "el empuje en movimiento que me hace seguir".
Los breves poemas obedecen a diversos impulsos de un observador de la realidad. Unos impulsos que van llevando al lector por unas páginas formadas, podríamos decir, por pequeñas composiciones. Pongamos por ejemplo los poemas en que el título actúa como parte integrante del texto y se convierte también en el primer verso: desde ese título o micro-obertura se despliegan después unos versos bien cincelados, que como notas musicales sabiamente elegidas -no hay ninguna que falte o sobre- adquieren una esencia en sí mismos, encadenándose con precisión para alcanzar en ocasiones una conclusión-coda que puede asemejarse a aforismos certeros, y que a veces nos hacen pensar en la capacidad evocadora de las mejores Greguerías:
La veta de diamante anuncia la claridad
o también
Se dibujan las venas del cielo en la tormenta.
Un libro, en suma, para degustar una y otra vez, como a sorbos pequeños. Con deleite.
Nicolás Corraliza Tejeda, El estro de los locos, Ravenswood Books Editorial, enero de 2018
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