samedi 12 décembre 2015


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El libro más impactante que he leído en muchos años. Un relato durísimo escrito con una prosa furiosa y con una técnica literaria insuperable que recuerda al mejor Vargas Llosa. Me pregunto incluso si desde que leí en mi juventid "La ciudad y los perros" un libro me había hecho amar tanto la literatura. Todo lo contrario a una obra banal. La definición perfecta de la literatura comprometida, escrita como un rompecabezas en el que el autor recompone las piezas poco a poco de manera magistral.
Tuve la suerte de encontrar a Diego en Douarnenez en agosto de 2015, en un coloquio sobre la literatura sudamericana. Me pareció alguien modesto pero determinado. Tengo el placer de seguir en contacto con él. Recuerdo que, ante la intervención de una señora que le confesaba que no había sido capaz de superar la violencia del libro, respondió muy cortésmente que él no podía embellecer lo que había visto: esa historia dramática del Perú de Sendero Luminoso.
Cuando leí el libro me di cuenta de la razón que tenía el autor. Sobre todo porque al mismo tiempo hay que ser prudente con la violencia en la literatura. Del mismo modo que un escritor puede caer rápidamente en la banalidad y la sensiblería, es demasiado fácil llenar las páginas de hemoglobina, no proponer nada nuevo y quedarse tan contento. Por eso Trelles ha sido todo un latigazo para mí: porque esa técnica deslumbrante de la que hablaba te hechiza de principio a fin, llevándote de la mano -arrastrándote más bien-  por cada página. Además, porque se siente en este libro una reflexión permanente sobre el sentido de cada palabra y de cada giro argumental, y porque esa exigencia nunca le deje al lector en la estacada. Así es como avanza la literatura, así se abren nuevos caminos: arriesgándose. Qué buena lección nos da Trelles.
Literatura comprometida pues, que consigue su objetivo, es decir, alejarme aún más de la literatura de complacencia que inunda las librerías, especialmente en Francia. Cada año la misma "noticia bomba" en septiembre: miles de libros nos esperan: ¿y si se hiciera una selección mucho antes de que la mayor parte de esos libros vayan a la basura del olvido? Me deprime tanta literatura del ego, que no busca más que una pretensión cuyo efecto no va más allá de la última página, y eso cuando uno no ha cerrado el libro antes.
Concluiré diciendo que "Bioy" me ha convencido de manera radical de que el escritor sigue teniendo un papel social. Que debemos decir, hablar, contar. Que esos grandes nombres de las letras que mi gran profesor de literatura Pedro Ozalla me hizo conocer -León Felipe, Blas de Otero, evidentemente Vargas Llosa, Roa Bastos, Asturias, Carpentier, Cela- no forman parte de un pasado mítico y lejano. Que hoy día aún existen  libros que te abofetean para que despiertes de tu letargo y te esfuerces en comprender que el lenguaje es una tabla de salvación siempre y cuando se aleje de los senderos trillados y del gran escaparate de la literatura asquerosamente comercial.
De algún modo, y aunque conociéndome voy a preguntarme en cada línea si este blog tiene algún valor, escritores así me empujan a volver a coger la pluma y a intentar avanzar.
De Diego Trelles también os aconsejo el excelente "El círculo de los escritores asesinos".
Y en cuanto llegue a Valladolid durante las vacaciones, me apresuraré en comprar su última obra, "Adormecer a los felices". Bienvenido Diego a mi restingida lista personal de "libros cinco estrellas", a la que muy pocos han tenido acceso.
                                                    

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